jueves, 1 de mayo de 2008

MISA DIA DEL TRABAJADOR








































Estimados (as) :


Un recuerdo de la Misa del día del trabajador... la Homilía de nuestro Obispo :

Queridas hermanas y Queridos hermanos:¡Bienvenidos todos a esta Catedral, testigo permanente de todos los acontecimientos de la vida de nuestro pueblo!La Iglesia, que formamos todos los bautizados, experimenta que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.


Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”. (G.S. 1)Hoy nos reunimos para orar y reflexionar acerca del mundo del trabajo y de los trabajadores. Como cada año la Iglesia de Rancagua en las vísperas del 1º de mayo, pide a Dios, Padre de Misericordia, por esta realidad humana y de tanta trascendencia para la sociedad entera.

El año pasado, en circunstancias particulares y complejas, la Iglesia intervino para facilitar el diálogo y el encuentro de las partes en conflicto en la principal empresa minera del País. Gracias a Dios y a la buena voluntad de las partes involucradas se llegó a un acuerdo razonable.


Hoy, lamentablemente nos vemos enfrentados a una nueva situación compleja y difícil.Mi personal intervención produjo diversas reacciones, absolutamente impensadas. A favor y en contra. “La Iglesia no debe meterse en estos temas”. “El Obispo no sabe de economía”, decían unos. “Bien por la Iglesia que saca la voz por los sin voz”. “Por fin, la Iglesia dice una palabra acerca de las injusticias laborales”, decían otros.El 1º de mayo, día Internacional de los trabajadores, es la conmemoración de una gran tragedia que ocurrió el 1º de mayo de 1886, en Chicago. Costo de vidas humanas y sufrimientos que representa la lucha por la afirmación de la dignidad humana y la importancia del protagonismo de los trabajadores por una sociedad más justa y solidaria.Lamentablemente hoy continúan en la historia mundial y también en Chile, hechos de injusticia.

La defensa ciega de intereses económicos egoístas, la codicia por alcanzar la máxima ganancia, la idolatría del mercado como regulador absoluto de la economía, han llevado a conflictos graves, a una cultura individualista, materialista y egoísta.
Hay países inmensos con un desarrollo económico impresionante, pero con trabajadores impedidos de organizarse y con sueldos miserables. ¡Libertad económica, sí! ¡Libertad política, no!. Grandes tratados internacionales de acuerdos económicos que asfixian a pequeños empresarios nacionales. ¡No pueden vender sus productos!. ¡No pueden competir con gigantes económicos que explotan a los trabajadores!. ¿Qué mundo estamos construyendo?. ¿Qué Chile estamos construyendo?En la realidad actual de nuestro país, la unidad, organización y solidaridad de los trabajadores son esenciales para revertir estas situaciones dolorosas. Tristemente, aquí también existen divisiones que dañan la búsqueda de soluciones justas y humanizadoras.En el Evangelio de hoy, Jesús al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente y todos se maravillaban.
Luego comenzaron las críticas, y ¿éste que se cree?, ¿acaso no lo conocemos? ¿no es éste el hijo del carpintero?. Jesús, dice el texto, era para ellos un motivo de escándalo. ¿De Nazaret puede salir algo bueno?Lamentablemente aquello sigue ocurriendo hoy: el desprecio para los más débiles, para los que no tienen poder ni fuerza, para los que no cuentan, porque a los ojos del mundo son insignificantes.
Desde agosto del 2007, después de mi llamado a un país más equitativo y solidario, a acercarnos a un sueldo ético, he recibido centenares de cartas, correos electrónicos, visitas personales en Rancagua y Santiago de personas e instituciones, que han acudido a la Iglesia contando sus angustias, sus problemas, sus dificultades para vivir y para ser escuchados.

¡Hay un pueblo que clama por mayor justicia y dignidad!. ¡Hay un pueblo sano que quiere que su Patria y sus Autoridades les ayuden a una vida más humana!¿Es acaso mucho pedir? En estos meses me he dirigido permanentemente a la conciencia cristiana de Chile. Casi el 90%, entre cristianos evangélicos y cristianos católicos y a las personas de buena voluntad, que sin tener el don de la fe, anhelan una sociedad más justa, más humana, más solidaria.

Porque creer y amar a Jesucristo significa estar siempre al lado de los que sufren, los maltratados, de los pobres. “La opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza”.(Discurso Inaugural Benedicto XVI, Aparecida)El compromiso cristiano comienza por “hacer sitio” en nuestra vida, en nuestra preocupación, en nuestra acción pastoral, a los que no tienen sitio en la sociedad. El compromiso cristiano crece en nosotros cuando comenzamos a interesarnos más por los débiles y nos ponemos de su lado de forma concreta y comprometida. Jesús con su palabra, su vida, su servicio, es el signo de que Dios no abandona al pobre y desvalido. Jesús se pone al servicio de todos, ricos y pobres, pero opta preferentemente por los más débiles.

Aquella miseria que condena a los pobres al hambre, a la enfermedad, a la soledad, al llanto, no tiene su origen en Dios.
Al contrario, aquello es un escándalo para Él. Dios quiere a todos saciados, felices y riendo. Los que no interesan a nadie le interesan a Dios. Los que no tienen a nadie que los defienda le tienen a Dios como Padre. Y, por lo tanto, a su Iglesia.

La opción por los pobres es consecuencia de nuestra fe, de nuestro amor y seguimiento de Jesucristo. Es por fe que la Iglesia invita a construir un país más equitativo. Es por fe que invita a sus fieles, empresarios, políticos, dirigentes sindicales, etc. a trabajar por un mundo más justo, junto a las personas de buena voluntad. Es lo que nos dice Jesús, en el atardecer de la vida seremos juzgados por nuestra actitud frente a los desvalidos. “Tuve hambre y me dieron de comer…tuve sed y me dieron de beber… (Mt. 25, 31). Jesús afirma clara y categóricamente que la cercanía con el prójimo sufriente y la acción eficaz es garantía de participación en la fiesta del Reino de los Cielos.
La pastoral de los trabajadores en nuestra Iglesia Diocesana, es una expresión clara y elocuente de esta fidelidad a Jesucristo y su Evangelio. Porque queremos servir a todos sin diferencia, pero a partir de los más débiles y sufrientes.San Pablo nos decía, en la carta de hoy, “cualquiera que sea su trabajo, háganlo de todo corazón\". Todo trabajo dignifica al ser humano. Todo trabajo es participar del mandato bíblico, de “dominar (perfeccionar) el universo”. Pero también es fundamental señalar que “el bienestar económico de un país no se mide exclusivamente por la cantidad de bienes producidos, sino también teniendo en cuenta el modo en que son producidos y el grado de equidad en la distribución de la renta, que debería permitir a todos disponer de lo necesario para el desarrollo y el perfeccionamiento de la propia persona” (Doctrina Social de la Iglesia 303).Los creyentes en Cristo deben estar a la vanguardia de un mundo más justo por fidelidad a Dios, a su Palabra y a la enseñanza de la Iglesia. Los creyentes en Cristo somos llamados por Dios a ser los primeros en este empeño. Así lo exige nuestra fe.El sueldo ético supone una actitud del corazón: ponernos en el lugar de los más pobres y de los más humildes. Mirar el mundo desde ellos y preguntarnos si nosotros podríamos vivir con relativa dignidad con esos ingresos mínimos de miles de chilenos.
Es necesaria una profunda conversión del corazón. Y frente a los inevitables conflictos en la sociedad actuar con sabiduría, con inteligencia, con generosidad, con apertura de corazón, desterrando toda violencia física y verbal.
El diálogo sereno, constructivo, veraz, inteligente y sabio es el único camino humano para resolver los conflictos y entre creyentes es un imperativo de fe. Confiamos que el Consejo Asesor para la Equidad Social, creado por la Presidenta de la República, proponga caminos concretos, que se traduzcan en leyes adecuadas para profundizar – de cara al bicentenario - en una sociedad más equitativa que coloque en el centro de las políticas económicas a cada ser humano, a partir de los más pobres. Compatibilizar justicia social, democracia verdaderamente participativa y libertad responsable son los caminos de Chile al inicio del tercer centenario.¡Dios nos ayude a ello!Permítanme concluir esta reflexión con unas palabras inspiradas de Benedicto XVI pronunciadas en Italia (Veletri) el 23 de septiembre de 2007 comentando el Evangelio de Lucas (16, 1-13), la parábola del Administrador Infiel. Para los que tenemos el don de la fe, son palabras iluminadoras para construir la ciudad terrena. Las acogemos con amor y voluntad sincera de hacerla vida, cada uno desde la responsabilidad que le corresponde en la sociedad:“En verdad, la vida es siempre una opción: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. Es incisiva y perentoria la conclusión del pasaje evangélico:

Ningún siervo puede servir a dos amos: porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo”. En definitiva – dice Jesús - hay que decidirse: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13). La palabra que usa para decir dinero –“mammona”- es de origen fenicio y evoca seguridad económica y éxito en los negocios. Podríamos decir que la riqueza se presenta como el ídolo al que se sacrifica todo con tal de lograr el éxito material; así, este éxito económico se convierte en el verdadero dios de una persona.“Por consiguiente, es necesaria una decisión fundamental para elegir entre Dios y “mammona”; es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. Cuando prevalece la lógica del lucro, aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo equitativo, para el bien común de todos.”
“En el fondo, se trata de la decisión entre el egoísmo y el amor, entre la justicia y la injusticia; en definitiva, entre Dios y Satanás. Si amar a Cristo y a los hermanos no se considera algo accesorio y superficial, sino más bien la finalidad verdadera y última de toda nuestra vida, es necesario saber hacer opciones fundamentales, estar dispuestos a renuncias radicales, si es preciso hasta el martirio. Hoy, como ayer, la vida del cristiano exige valentía para ir contra corriente, para amar como Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí mismo en la cruz.”

A Cristo Resucitado, Salvador y Redentor de todos, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.



+ Alejandro Goic Karmelic -Obispo de Rancagua
Catedral de Rancagua


Fiesta de San José Obrero30 de abril de 2008

No hay comentarios: